YO, SANDRO
“Tendría que hacer un pequeño racconto de mi vida, y decirles que yo no nací. A mí me trajo una bandada de gorriones. A veces me da por soñar que esa bandada de gorriones, que vino de no sé dónde, me paseó por el Riachuelo, voló sobre Puente Alsina, Pompeya y me depositó en Parque Patricios en el vientre de mi madre, que me esperaba en la Maternidad Sardá. Así llegué a este mundo, en la madrugada del 19 de Agosto de 1945. Y ya al nacer, con mi primer berrido, sin saberlo me estaba probando para ver si podría llegar a algo con esto de la canción.
Me crié en Valentín Alsina, en una pieza de dos por dos, soñando con los aplausos ¡desde que empecé a cantar con la radio! Con ella volaba mi imaginación y, cuando soñaba con aquellos aplausos, tenía la ilusión de que un día alguien dijera: ‘Señoras y señores… con ustedes, ¡¡¡Sandroooo!!!’
Mi padre fue el primero que me ayudó porque yo era la oveja negra de la familia, le decían: ‘Vicente, ¿qué vas a hacer con ese chico? ¡Mandalo a estudiar! Pero él creyó en mí. Igual que mi mamá. Tuve una madre que me inspiró y que me supo comprender cuando empecé a agarrar la guitarrita, ¡me pasaba ocho horas con esa guitarra en la mano!
Sandro nació en un local llamado Recreo San Andrés. El dueño me propuso: ‘Pibe, elegí un seudónimo y debutás este fin de semana’. No lo pensé demasiado, elegí el nombre que mi mamá había querido ponerme cuando nací, pero que no le permitieron en el Registro Civil. ‘Presénteme como Sandro’, le dije y aunque parezca mentira ese día sentí que mis sueños empezaban a hacerse realidad. Porque hice lo que me propuse con paciencia de gitano. Lo único que no quería era ser uno del montón. ¡Yo quería ser artista de cine en colores!
Casi toda mi carrera ha estado signada de hechos mágicos. Y en ningún lugar puede haber mayor despliegue de magia que en un escenario, donde cada tres minutos me transformo. Por eso, me gusta pensar que dicen de mí que fui un tipo que divirtió, que hizo sentir bien y cumplió con esta misión que me encomendó Dios: tratar de hacer que la gente sea feliz”.
Biografía
Roberto Sánchez nació a las tres y veinte de la mañana del domingo 19 de agosto de 1945 en la Maternidad Sardá, en el barrio porteño de Parque Patricios.
Sandro probablemente mucho antes del 9 de julio de 1958, día de su debut en el salón La Polonesa, de Valentín Alsina. En aquel acto escolar, organizado para celebrar la Independencia Argentina, imitó a Elvis Presley. A los doce años, con sus patillas pintadas al corcho, el jopo engominado y un pulóver prestado actuó cantando con el play back de “Hotel de los corazones destrozados”, pero el disco de pasta se rompió y, sin más experiencia que su intuición, cantó a capela. Aunque no lo supiera, Sandro ya estaba ahí.
Su nombre artístico llegó con él. Hijo único de Irma Nidia Ocampo y de Vicente Sánchez, se llamó Roberto, igual que el hermano de Vicente y que Roberto Escalada, el galán de moda, porque el Registro Civil consideró que Sandro era un nombre extranjerizante.
Y en verdad lo era, ya que proviene del gitano Sandor (en romaní se pronuncia Sandro). El origen de la elección está en el árbol genealógico paterno. Papadópolus, el apellido de su bisabuelo y de su abuelo, gitanos de ascendencia griega nacidos en Hungría, se convirtió en Revaduglias cuando la familia se exilió en España y en Sánchez al emigrar a Argentina.
La familia Sánchez vivió en una humilde habitación del conventillo de Tuyutí 3016, en Valentín Alsina. Allí, aquel niño inquieto gestó el fenómeno arrollador que explotó definitivamente a los 22 años.
Después del debut en la escuela, “El Loco” (apodo que se ganó por su forma de vestir y por un triciclo excéntrico que él pintó con calaveras y llamaradas, con el que ayudaba a Vicente en el reparto de vinos) tomó las decisiones más importantes de su vida: abandonó el colegio secundario antes de terminar primer año y al trabajo con su papá le sumó otras changas que le permitían ayudar a la economía familiar y seguir buscando su destino.
Fascinado por el ambiente musical que vivía en su barrio, empezó a cantar tangos, folklore, boleros, valsecitos peruanos y rock en serenatas y concursos. En menos de dos años creó el “Trío Azul”, “Los Caribe” y “Los Caniches de Oklahoma”, grabó un jingle para la Sedería Bruno (una tienda de Valentín Alsina) y debutó como solista en el Recreo San Andrés, de Villa Jardín.
En 1961, con sus amigos Enrique Irigoytía, Héctor Centurión, Lito Vázquez y Armando Luján, formó “Los de Fuego”. El 6 de mayo de 1962 en el Salón La Polonesa, durante una actuación, Centurión se quedó afónico y Sandro ocupó su lugar cantando. Otra noche, en el Club Bomberos Voluntarios de Ramos Mejía, deslumbró con su espontaneidad al representante de artistas Mario Naón, cuando en el medio del show se le rompió una cuerda de la guitarra y para salvar la situación empezó a bailar, como sólo él sabía hacerlo. Naón los rebautizó “Sandro y Los de Fuego”, e incorporó al guitarrista Juan José Sandri. En 1963 debutaron en “Sábados Circulares”, el programa de Nicolás Mancera, en Canal 9, y en esa presentación consumó su ritual de movimientos sensuales y camperas de cuero arrojadas al público. El 13 de septiembre grabó su primer simple pero por exigencia de la CBS, la compañía discográfica, lo hizo sin “Los de Fuego”. Acompañado por Milo y su conjunto -el seudónimo del director José Carli- cantó “¿A esto le llamas amor?”, de Paul Anka, y “Eres el demonio disfrazado”, la versión de Elvis Presley, disco que salió a la venta el 13 de noviembre. Y un año después “Hay mucha agitación”, el primero de los nueve simples y de los dos LP de “Sandro y Los de Fuego”.
En 1965, debutó en el cine con una participación en “Convención de Vagabundos”. Ese año, se separó de la banda e inició su gran transformación musical. Junto a Oscar Anderle, su mánager, ex cantante de jazz y uno de los vendedores de la agencia de Naón, formó Sandro y su conjunto con los Black Combo: Bernardo Baraj, Hebert Orlando, Adalberto Cevasco, Fernando Bermúdez y Miguel Abramic. Además, colocó la piedra fundacional del rock argentino al subalquilar el sótano de Pueyrredón 1723, en Recoleta, y rebautizarlo como “La Cueva de Sandro”.
Naturalmente empezó su transición del rock a la balada, con temas propios en coautoría con Anderle. En 1966, estrenó “Las manos”, su primer gran éxito como solista y compositor. En ese período grabó los discos “El sorprendente mundo de Sandro”, “Alma y fuego” y “Beat latino”, e interpretó al gaucho Severino en el film “Tacuara y Chamorro, Pichones de hombre”.
Innumerables son los hitos que marcó a partir del 24 de octubre de 1967, cuando ganó el Primer Festival Buenos Aires de la Canción. Recibió el Obelisco de Plata por “Quiero llenarme de ti”, una canción inédita escrita tiempo atrás y que fue título de su siguiente disco y del primero de sus once protagónicos en cine.
En febrero de 1968, se presentó en el Festival de Viña del Mar, en Chile. El año de su lanzamiento internacional también fue uno de los más dolorosos. El 27 de julio murió su padre. Embargado por la tristeza, el 19 de agosto grabó “Así”, “Penas” y “Penumbras”, tres de sus canciones emblemáticas.
Su conquista de América alcanzó la cima el 11 y el 12 de abril de 1970 en el Madison Square Garden, de Nueva York. Antes de él ningún artista latino había accedido a ese “templo”, y fue el primer recital en la historia en ser transmitido vía satélite en vivo y en directo a 14 países, visto por 250 millones de espectadores.
La exitosa década del ’70 le permitió expandir su fama y desplegar todo su talento.
En los ’80 repensó rumbos y priorizó sus nuevos sueños, al sufrir dos pérdidas irreparables. El 17 de febrero de 1988 murió Oscar Anderle. Y el 26 de agosto de 1992, su mamá Nina.
En los 90’ validó su condición de máximo ídolo popular, iluminando el camino hacia la leyenda. Durante esos años se ganó el reconocimiento explícito de sus colegas, e incluso la reivindicación por su condición de pionero del rock. Charly García, tal como había hecho León Gieco un año antes (con quien grabó el tema “Mi amigo” en el disco “Semillas del corazón”) lo invitó a grabar con él y con Pedro Aznar la versión de “Rompan todo” para el álbum “Tango 4”. Y en 1998, otros rockeros versionaron sus éxitos en “Tributo a Sandro, un disco de rock”.
En 1993 debutó en el Teatro Gran Rex, de la ciudad de Buenos Aires, con “30 años de magia” e hizo 18 funciones, quitándole el récord a Soda Stereo, que tenía 14. En 1996 con “Historia Viva” se superó con 27 shows. Y en la temporada 98/99 con “Gracias… 35 años de amores y pasiones” realizó 40 recitales en ese teatro, un récord hasta hoy imbatible.
Desde agosto del 2000 “La batalla del 19” -celebración que por el día de su cumpleaños ocurría en la puerta de su mansión de Banfield- cobró niveles insólitos.
Sus dos últimos espectáculos acrecentaron esa comunión mágica con su público y “las nenas”, fans que con su devoción alimentaron el mito.
En 2001, presentó “El hombre de la rosa”. Después del debut, empezó a usar durante sus shows el “micrófono de Mc Gyver”, como él lo llamaba. Ese micrófono le proporcionaba aire adicional permanente, a través de un cable adherido al inalámbrico y conectado a un tubo de oxígeno. El 5 de marzo de 2004 estrenó “La profecía” en la ciudad de Rosario y siguió con los recitales en el Gran Rex. El 16 de mayo cantó por última vez en vivo, tenía previsto volver en septiembre pero su salud ya no se lo permitió.
Sandro realizó entonces escasas actividades públicas. Las más importantes: asistió al Congreso de la Nación para recibir el Premio Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento y a la Biblioteca Nacional para presentar su disco de poemas “Secretamente palabras de amor (para escuchar en penumbras)”.
El 13 de abril de 2007, en una ceremonia íntima, se casó por civil con Olga Garaventa y un día después lo hizo por Iglesia.
El 16 de marzo de 2009, se internó en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento aguardando un milagro. Por el agravamiento de su enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), que le habían diagnosticado en 1997, estaba en lista de espera del INCUCAI y debía someterse a un trasplante cardiobipulmonar, su única esperanza. El 20 de noviembre de 2009 fue operado en el Hospital Italiano de Mendoza.
No pudo ser. Roberto Sánchez murió el lunes 4 de enero de 2010.
La dimensión artística de Sandro, y su legado, son patrimonio inmaterial de la cultura popular argentina y de América. Una historia signada eternamente por el fuego de su amor.
*Por Graciela Guiñazú, biógrafa oficial de Sandro